GRAVITACIONES DE MARICEL MAYOR

(Prólogo del libro)

 

por

 

Odette Alonso Yodú

     

     Temas de importancia fundamental en nuestra época confluyen en el centro gravitacional de las seis piezas que integran este libro de Maricel Mayor Marsán.

    

     La burocracia y sus métodos absurdos e improvisados son el tema de “Análisis de madurez”, la primera pieza del conjunto, cuya acción es situada por la autora en alguna ciudad de los Estados Unidos, pero perfectamente pudiera desarrollarse en cualquier oficina gubernamental de América Latina e incluso, me atrevería a decir, de otros lugares del mundo. Es interesante, por real, el matiz con que están revestidos los personajes que representan a los burócratas: parecieran complementarse uno a los otros en sus maneras, en sus hábitos, en su lenguaje hasta poner al espectador ante una gran caricatura de varias fases. Refuerza esta percepción el rejuego de los letreros personificadores que, sucediéndose, identifican cada puesto laboral (recepcionista, analista técnico número uno, analista técnico número dos, director) o las áreas que integran la institución (Centro de Información y Recepción del Departamento de Relaciones Interpersonales, Interdepartamentales e Intergubernamentales, el Departamento de Relaciones Interpersonales, Interdepartamentales e Intergubernamentales como tal y la Oficina del Director del Departamento de Relaciones Interpersonales, Interdepartamentales e Intergubernamentales), sin que la escenografía se modifique radicalmente entre una y otra escena. Un ácido sarcasmo está presente desde la concepción laberíntica e insoluble de los problemas hasta las manías que caracterizan a los personajes, desde el nombre del puesto en competencia --Funcionario Gerente del Centro de Actividades en Contra del Abuso Racial y la Discriminación en General Dentro del Sector Público-- hasta la manera en que Juan Augusto García López, el solicitante, se convierte en un simple Juan García despersonalizado.

    

     “El plan de las aguas" (Circa 2152), la segunda pieza del libro, es una alegoría acerca de las consecuencias que pudieran desencadenar la insensibilidad e inconsciencia de los seres humanos con respecto a la contaminación del medio ambiente. El Aire, el Mar, la Tierra y el Sol, los personajes de la pieza, están caracterizados con pasiones humanas. Las condiciones de deterioro a que ha llegado el planeta, aunadas a la actitud egoísta, depredadora y prepotente de los seres humanos parece no dejar a los elementos personificados otra alternativa que poner en práctica el llamado “plan de las aguas”, una estrategia para arrasar, mediante inundaciones severas, con todos sus habitantes de la faz de la Tierra y que la vida comience de nuevo en el fondo de los océanos, como en el inicio de los tiempos. La Tierra se niega a eliminar a los hijos de sus entrañas y cuenta con la ayuda del Aire, pero la ruptura de la capa de ozono lo ha debilitado considerablemente y poco puede resistir ante la inclemencia y la crueldad del Mar y del Sol, que echan a andar su proyecto. El final de la pieza es desolador, catastrófico, como puede serlo el descuido ambiental a que los humanos sometemos a la Tierra. Es un llamado de atención perentorio, porque los personajes dejan en entredicho, incluso, la eficacia de organismos internacionales y grupos ecologistas en la misión casi perdida de “Salvar al Planeta”.

    

     “La Roca” es un intento de análisis de las reacciones de distintos actores sociales ante un problema que compete a todos. En el interior de una cueva tapiada por una inmensa roca se encuentran dos políticos en campaña, un obrero, un estudiante, un pintor y un poeta. La tarea común es mover una roca y dejar libre la salida. Pero la enorme piedra se convierte en un verdadero muro de incomunicación y desacuerdo. El encierro es una alegoría de la sociedad moderna y de la poca voluntad de los miembros de la comunidad para renunciar a sus visiones e intereses personales en beneficio de todos. El final es también perturbador.

   

     Las relaciones familiares son el centro de atención de tres últimas piezas del libro: “Las muchachas decentes no viven solas”, “Lazos que atan y desatan las almas” y “Testimonio de mis días. Monólogo de la mujer sandwich”. En los tres casos, la gama de relaciones interpersonales que se establecen en la vida de familia son puestas bajo una lente de aumento, haciendo énfasis en la posición de las mujeres y su constante lucha por mantener su dignidad humana en medio de los embates que caracterizan al microcosmos familiar.

    

     Una especie de continuidad se establece entre el monólogo “Las muchachas decentes no viven solas” y la pieza “Lazos que atan y desatan las almas”. El punto de engarce lo constituye el personaje protagónico: en ambos casos, una mujer joven que logra destacar en el campo académico gracias al constante esfuerzo en la superación personal, que exige, lógicamente, ciertas renuncias y sacrificios. La protagonista del monólogo es una muchacha recién llegada de Cuba como parte del llamado plan Peter Pan que, sola en los Estados Unidos, se traza el firme propósito de graduarse, trabajar en su profesión y allanar, así, el camino para la llegada de su familia. Para lograr estos propósitos, asume con ejemplar responsabilidad sus estudios universitarios, gracias a lo cual obtiene una beca del gobierno que apenas le permite vivir en un modesto apartamento y costear sus gastos. Conocer a Valeria, una desenfrenada compañera de clase, hija de una familia acomodada, y hacerse su amiga es el pretexto perfecto para que la autora contraponga dos visiones del mundo y deje al descubierto un entramado de prejuicios, falsas apariencias y doble moral: de un lado la actitud seria, rigurosa y comprometida de la protagonista; del otro, la vida fácil --en todos los sentidos-- de su amiga Valeria.

    

     En “Lazos que atan y desatan las almas” pareciera que nos encontramos con el mismo personaje unos años más tarde. La protagonista de esta pieza cuenta cómo, años atrás, tuvo que tomar la cruenta decisión de abandonar a su familia y mudarse a otra ciudad --Chicago-- ante el desprecio, la falta de apoyo y el constante menosprecio de su propia madre cuando ella antepuso su futuro profesional a la “vida normal” de matrimonio e hijos que su madre quería imponerle. En esta obra, las relaciones madre-hija son el punto focal del conflicto, con sus rencores y sus apremios, pero finalmente con una bondad esencial que las reconcilia. Sin embargo, no pueden desligarse de un contexto familiar en crisis, en deterioro total que es, en definitiva, el motor que las reúne y permite la revisión compartida de los errores pasados.

    

     Esta decadencia es también el tema de “Testimonio de mis días. Monólogo de la mujer sándwich”, en la cual el mundo familiar de una mujer madura se le ha venido de pronto encima, como un alud indetenible. Es triste la amargura de esta mujer que, como la de “Lazos que atan y desatan las almas”, en un instante se ha quedado sola y ha visto destruido su matrimonio, alejados los hijos mayores, alcoholizado y drogadicto el hijo menor, enfermo el padre y muerta la madre. Una botella de vino y una infinita tristeza es todo lo que le queda en medio de la habitación en penumbras, como las penumbras de su alma. El repaso de una vida generosa y sacrificada en bien de los demás renueva, una y otra vez, el acre sentimiento de las pérdidas irreparables y de la soledad más austera y cruel que sigue al “desenlace de lo que constituía una bonita familia”, al deterioro de una realidad y efímera tan volátil como los castillos de arena.

    

     El mensaje de la autora queda claro: el ser humano debe encontrar las fortalezas dentro de sí mismo, afianzarlas y cimentar el mundo de sus relaciones sin consentir, jamás, la pérdida de la dignidad. En estos difíciles tiempos que corren, las certezas del hombre son pocas y los principios que antes constituían la base moral de la sociedad son cada vez más endebles. La solución nunca será dejarse vencer, ni adoptar las modas pasajeras como tabla de salvación. La función del arte es alertar acerca de estas trampas, ver más allá de lo que la bruma de los tiempos nos permite observar en la engañosa cercanía. Es por eso que celebro la publicación de este libro, que es resultado del esfuerzo constante y de la aguda mirada de Maricel Mayor Marsán.

   


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