UNA HERIDA ABIERTA EN LOS VERSOS DE

POEMAS DESDE CHURCH STREET 

(Edición bilingüe)

 

por

 

Leonora Acuña de Marmolejo

 

     “La perla brota del molusco herido”. Así se expresó el insigne poeta mexicano Salvador Díaz Mirón en su poema “A GLORIA”. Y así, del dolor y de la conmiseración que estrujaron el noble y sensible corazón de Maricel Mayor Marsán (al contemplar en su visita a New York en mayo del 2002 como en una retrospectiva de macabro retablo de visualización, los elementos reductores: cal, cenizas y escombros tras el desplome de las “Torres Gemelas” ocurrido el 11 de septiembre del 2001), brotaron en vibraciones cósmicas, quizás como una catarsis, los adiamantados versos de su poemario (pág. 87) POEMAS DESDE CHURCH STREET una verdadera joya de nuestra literatura, que pone de relieve la gran verdad, de que la poesía siempre estará al servicio del hombre… Cada aniversario de esta caótica embestida que marcó un hito en la historia de los Estados Unidos con cerca de 3000 muertos (contando a los que participaron en labores de rescate y ayuda como bomberos, policías, y otros), nos mostrará la herida abierta al recordar con tristeza aquella soleada mañana cuando ocurrió el derrumbe (una tras otra) de las famosas “TORRES GEMELAS” que cual recios centinelas, imponentes al cielo se elevaban en el World Trade Center de Manhattan, considerado el ícono del poder de los Estados Unidos, y parte prominente del perfil de la Ciudad de Nueva York (estimada como un poderoso emblema de libertad y de oportunidades), junto con la Estatua de la  Libertad y el edificio del Empire State. En ese angustioso recorrido de Maricel por la llamada ZONA CERO (Ground Zero) y Church Street, adyacente al lugar, y ante la dramática contemplación de las ruinas dejadas por la ferocidad morbosa de un odio insensato que impíamente derrumbó las famosas torres que allí airosas se erguían como atalayas, le afloraron de su alfaguara poética los dolientes poemas de este libro de carácter elegíaco, que ella muy acertadamente tituló Poemas desde Church Street. Este poemario que  consta de 24 poemas de versos libres, está encauzado entre dos vertientes: el grito de dolor , angustia y desolación ante las ruinas, y la voz noble de la solidaridad hacia sus semejantes. Sus versos permeados por un genuino sentimiento humanista, están escritos en un lenguaje transparente y claro, de palabras sencillas cuyo mensaje llega directo al lector, corroborando así las palabras del apóstol San Pablo en su epístola a los corintios: “Si al hablar no pronunciáis palabras inteligibles, ¿cómo se entenderá lo que decís? Es como si hablarais al viento.” (1 Co. 14: 7-9).

 

     Matizan el libro, bellas ilustraciones en blanco y negro tituladas respectivamente “Ante la presencia del dolor”; “De otredades y circunstancias”; “Habitantes anónimos de la ciudad de Nueva York”; luego tras de los primeros 18 poemas, viene la ilustración titulada “Los diez manuales nuevos” que  precede a una serie de frases de célebres intelectuales, eslabonadas en sus criterios con el meollo de su poemario y con las connotaciones subjetivas y trascendentes de los hieráticos motivos del pandemonio que alteró el pulso e hizo tambalear las coordenadas de Manhattan, y por ende de los Estados Unidos. Los últimos seis poemas están precedidos por la ilustración titulada “Algunos poemas desde el asfalto”.

 

     En su primer poema DESDE UNA PLATAFORMA EN CHURCH STREET (pág. 11), nos muestra dramáticamente sus primeras impresiones ante el desastre visual: […] “Observo los residuos de un desastre, / el memorial del desgarre de tantos. […] El silencio es cómplice de la tragedia. / Cartas, poemas, mensajes y fotos / empapelan paredes con memorias de ausentes, / evocando recuerdos de rostros perdidos. […] Un gigantesco y etéreo ataúd colectivo / circunda hoy el barrio del bajo Manhattan, / Es allí donde se ha dibujado con sangre / una mancha que indica la sordidez del planeta.”.  “A dos pasos del Armagedón”, como dice ella en Trinity Church (pág. 19)

 

     Nadie olvidará la orfandad espiritual que sufrió nuestra gente y el asombro ante el triste nivel de organización, de capacidad destructora nunca antes vistos, y de la saña con que los terroristas llevaron a cabo su secreto y diabólico plan destructivo, que nos hizo ver que en el convulsionado mundo actual, el ser humano es muy vulnerable frente a los absurdos retos de algunos de sus semejantes. En LOS MACABEOS DE LA ZONA CERO de la página 15, (dedicado al eximio poeta y escritor, nuestro mutuo y dilecto amigo Isaac Goldemberg), ante los vestigios cinerarios de aquella zona de terror, pone de manifiesto la pérdida de la inocencia y el despertar de nuestra nación aquel fatídico e inolvidable día de escenas dantescas, y sobrecogida de dolor nos dice: […] “Valle sinuoso de almas errantes, / abandonadas entre montañas / de escombros que se elevan / y reclaman sus cuerpos. / Muertes que se convirtieron en aviso / y del espíritu nacional su despertar.” 

 

     Así también Maricel, dentro de la sensibilidad poética que la caracteriza, en su poema DE LOS TRAUMAS Y PESARES (pág. 17), vuelca todo el pesar que se entroniza en su corazón ante la ferocidad del enemigo y la impotencia del agredido para olvidar, cuando desgrana estos versos: “Un segundo de vida, / dos segundos la muerte, / tres segundos de escarnio / y la sensatez se esfumó de las mentes. […] quisiera poder mentir, también / fingir la ocasión podría, mas / nadie olvidará la desnudez de ese día.”

 

     En su poema NO VOLVERÁS A VISITAR NEW YORK (pág. 29), dedicado así: “A José Maya, quien caminó por Manhattan como nadie”, rememora los sitios claves cual mojones de La Gran Manzana y su musa le dicta estos versos llenos de melancolía ante la imposibilidad de volver por los mismos senderos: “No volverás a visitar New York / ni pensar en carteleras, de esas de Broadway, / ni mucho menos pasear por Times Square. / Un paseo por Battery Park ya es imposible, / aunque tan sólo sea para observar la estatua de Lady Liberty, / Wall Street nunca volverá a ser recorrida por ti como antaño, / como no volverás a las fuentes y lagos de Central Park. / Los días de nieve y lluvia no te acogerán en algún café / de esos cercanos al Rockefeller Center o al Empire State, / en cualquier calle, esquina, edificio, sótano o plaza.”

 

     Como es natural frente a una sorpresiva, impía y masiva catástrofe como aquella del 9/11, el pavor, la confusión, la vacilación, el desasosiego, y la sensación  de inseguridad, se pusieron de relieve tras la masacre y la destrucción (causada por un enemigo anónimo, invisible) perpetrada aquel infausto día septembrino. Así nos lo dice Maricel en los versos de su poema EN LA PUERTA DE UN ANTIGUO CEMENTERIO (pág. 41): […] “Ando vacilante y errante, / vengo del fuego, locura desgajada del cielo, / víctima del no sé qué y del no sé quién. / Estoy confundida en muchas cosas. / Sólo sé que soy parte de esta isla / con el olor y el nombre de una Gran Manzana.”

 

     Refiriéndose al tiempo en que las famosas torres, se empinaban orgullosas al cielo cual monolitos; a su situación geográfica, y a su simbolismo de identificación con la ciudad de Nueva York, en su poema EL DESTINO DE UN SÍMBOLO AMERICANO (pág. 75) dedicado al arquitecto Minoru Yamasaki, el emigrante japonés que diseñó las Torres Gemelas, nos dice: “Dos hermanas idénticas eran / las más altas espigas al cielo. / Torres gemelas de orgullo / en una ciudad y su gente. […] Del Hudson, sus navegantes con gozo / atravesaban sus sombras proyectadas al agua. / Desde el Battery Park, los amantes y turistas / recordaban el otrora singular paisaje. / Enfrente, las silenciosas islas Liberty y Ellis, / antiguas vecinas de esta geografía urbana, / extrañaban la vista de tal enhiesta presencia. […] Tus veintisiete  Años de gracia / nos dejan un enorme y solemne vacío.”

 

     La angustia subyacente en su psiquis frente a los insensatos hechos perpetrados por el enemigo, sacude las más íntimas fibras anímicas de su ser, y abismada ante la infamante  destrucción y la hecatombe funeraria y mórbida que dejó escombros, sombras y dolor aquella sangrienta, fatídica, y tristemente célebre mañana septembrina, un interrogante acicatea torturante su sensibilidad. Así le afloraron los versos de su poema LA SILUETA HUMANA (pág. 79): […] “Babel moderna, cauce futuro. / ¿Cómo puedo martillar el entendimiento / con la idea de tanta venganza humana?

 

     Es de anotar que en medio de tanto dolor, Nueva York mostró su lado humano sin distinción de razas o credos, en comprensión amorosa hacia sus semejantes y abrió al mundo nuevas ventanas de solidaridad. Nos lo corrobora así, Mayor Marsán en su poema EL SELLO DIVINO DE UNA SOMBRA (pág. 81), con estos versos: “Veo pasar a mi lado una sombra, / viene de lejos, tan lejos, / como la imaginación que me persigue. […] Pasadas tragedias me hacen temblar. / Y sin embargo, la sombra al pasar / no levanta el esperado polvo. / Una sonrisa, al voltear el rostro, nos acerca / y veo en aquellos ojos la nobleza de otra raza.”

 

     Mayor Marsán cierra su poemario haciendo un paralelo doliente, entre las víctimas del 9-11 del 2001 en New York, y las del 3-11 del 2004 en Madrid, con su poema ONCE MÁS ONCE  (pág. 85), dedicado: A las víctimas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el 11 de marzo de 2004 en Madrid.  “Una hilera de unos once, más once / coincidencia maldita o propósitos fúnebres / parece tener la trastienda de ignorante acometido. / Uno a uno se inmolan, once más once / arrebatan la vida, acomodan rencores / viejas historias inconexas del no sentido. […] Uno torpe, otro más torpe, once más once / días de luto, dolor con causas y razones, / dos naciones que sufren del odio vivido. […] nada ni nadie nos hará olvidar a los que se han ido.” La herida sigue abierta… Fue un reto muy fiero para nuestra nación, tierra de promisión, tierra de puertas abiertas, justamente llamada por antonomasia “El melting pot” porque aquí se amalgaman y asimilan armoniosamente muchas razas y gente de otras culturas. Mas como dijera la autora de estas líneas en su poema “La hora cero”: La gran manzana hoy guarda un cofre cinerario; / de un acuñado odio escombros nos dejaron. / ¡mas de allí nuestro fénix, resurgirá febril!

 

     Maricel Mayor Marsán (Santiago de Cuba, 1952), es poeta, narradora, dramaturga, profesora y directora de redacción de la Revista Literaria Baquiana. Ha publicado varios poemarios, entre estos, Lágrimas de Papel (1975); 17 Poemas y un saludo (1978); Rostro Cercano (1986); Un Corazón Dividido A split Heart (1998); Errores y Horrores / Sinopsis histórica poética del siglo XX (2000);  y En el tiempo de los adioses (2003). También ha publicado libros de obras teatrales, testimonios y análisis literarios. Ha escrito el prólogo y editado el libro Español o Espanglish ¿Cuál es el futuro de nuestra lengua en los E.E.U.U.? (2005). Sus poemas, cuentos, ensayos, obras de teatro y artículos han sido publicados no sólo en los Estados Unidos, sino también en países de toda Latinoamérica y de Europa.  

 

     POEMAS DESDE CHURCH STREET es un libro encomiable y digno de ser leído, no sólo por su calidad literaria, sino además porque encierra hechos del inolvidable 11 de septiembre, que marcaron la historia de los Estados Unidos. 

 

 

Esta reseña también fue publicada en:

 

LA FUENTE − REVISTA LITERARIA TRIMESTRAL

Versión digital e impresa / Número 36

Depósito Legal: AL - 46 - 2000

http://www.revistalafuente.org

Almería, España

(Octubre - Diciembre de 2008)

 


 

 

Volver