HABLEMOS DE

POEMAS DESDE CHURCH STREET,

DE MARICEL MAYOR MARSÁN

 

por

 

Graciela Bucci

 

 

     Asomarme a Poemas desde Church Street, fue permitirme el disfrute literario desde el primer contacto; desde esa primera foto que me remitió al dolor expresado en la frase que lleva al pie. Hay una clara intencionalidad de homenaje en esos poemas que remiten a la tragedia y una empatía que conecta a la poeta con las víctimas y familiares de uno de los actos de terrorismo más espantosos  de la historia. La poeta se indigna frente a la maldad humana y lo expresa desde el decir poético:

 

“…descolgándose más allá del polvo de la muerte

recordándome que no hay adioses ni perdones.”

 

     Descubro una gran entrega que surge del decir y el cómo, del ritmo que no decae, de la melodía que acompaña al texto. Me he dejado llevar por la palabra que logró trascender el texto para sumirme en impresiones diversas, entretejidas, potentes. Hay un profundo acto evocador, con todo lo que ello implica en términos de emoción y compromiso. Cómo no conmoverme ante estos versos de “Los macabeos de la zona cero” cuando a pesar de la desesperación y el dolor, surge el análisis y, finalmente, da lugar a la luz de la esperanza:

 

“…Donde las horas se apagan, allí,

se podrá predecir el milagro

y las sombras se ungirán de aceite.”

 

     Surgen, de algunos poemas, la realidad ineluctable, lo efímero de la vida, a veces, “la mentira que sana” (Alejandra Pizarnik), para mitigar tanto pesar. La autora cree en el milagro de la fe, ejemplificado por ese templo erguido en medio de la devastación. Vuelve a haber un atisbo de esperanza:

 

“…firme, es tu campanario neogótico

que mira al sol…”

 

     Hay también perplejidad ante lo inexplicable, expresada en versos como:

 

“…respiro, vivo, siento

y apenas

comprendo tu muerte.”

 

     Maricel Mayor Marsán, siente temor ante la grandeza abarcativa de la palabra libertad y lo que su logro implica. Deja esto claramente expresado en:

 

“…libertad, palabra que asusta…”

 

     Destaco especialmente, el uso de metáforas exquisitamente escogidas, con imágenes representativas; Cito:

 

“… eres el polvo consagrado en las siluetas…”

 

     Hay un fuerte simbolismo, una ilusión en la espera, y los borrosos bordes que suele tener el tiempo. No escapa al decir de Maricel la alusión al Eros y Tánatos.

 

     Los epígrafes usados por la autora expresan la concepción filosófica de la poeta ante las vicisitudes de la vida, prueba de ello es la inclusión de textos de Elliot, Longfellow, Thoreau, Shapiro, Plath, en un trabajo de atinado intertexto.

 

     Nada es casual en el poemario; los enunciados son vigorosos, y un cúmulo de sensaciones intensifican los significados; aún la desesperanza y la ironía tienen lugar en él y la inexistencia de fronteras… es la raza humana la que está de luto en este libro, y es ella misma la que se une desde el silencio con el poder de la oración, que amalgama las almas y difumina las diferencias.

 

     Las palabras nacen desde la profundidad, a veces se transmiten veladas y herméticas, pero siempre causando el impacto que no da tregua a la emoción. El yo poético se asoma y afirma en Poemas desde Church Street, título que ya me comprometió con el contenido de este poemario, hay cierto misterio que se desprende de él, y genera expectativas que no fueron defraudadas en absoluto.

 

     Un bello poemario, que me conmovió profundamente.

 


 

 

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