'LAS TOCAYAS', UN VIAJE NOSTÁLGICO A LA CUBA DE 1962

 

por

 

Elena Iglesias

(Suplemento Viva Más / El Nuevo Herald)

 

 

Las tocayas es una pieza teatral de alrededor de una hora y media, en tres actos y varias escenas. La ambientación de la obra se lleva a cabo en la sala de un apartamento de El Vedado (La Habana, Cuba), comenzando en el año 1962 y terminando en el 1992. En total, cuenta con 14 personajes que entran y salen de escena, incluyendo las protagonistas.

 

Las tocayas, de Maricel Mayor Marsán, se presentó en Ciudad de México, en la XXXIV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, el 3 de marzo del 2013. Fue presentada por el dramaturgo mexicano Eduardo Gutiérrez de la Cruz.

 

Mayor Marsán es poeta, narradora, dramaturga, profesora y directora de la Revista Literaria Baquiana. Ha publicado tres libros de teatro breve, Gravitaciones teatrales (2002), The Plan of the Waters/El plan de las aguas (edición bilingüe 2008) y Trilogía de teatro breve (2012). Sus obras han sido puestas en escena en Canadá, Chile, Estados Unidos, México, España y Suecia, y han participado en festivales de teatro en diferentes países europeos.

 

Conocía la poesía y la narrativa de Mayor Marsán, pero ha sido una grata sorpresa para mí descubrir su aspecto de dramaturga, muy diferente a lo anterior. El texto fluye de una forma amena y jovial, sin nunca perder el foco ni el centro de la idea que está expresando. No es difícil imaginarse el desarrollo de la escena a medida que se avanza en la lectura.

 

Esta historia, escrita en forma ligera, es el delicioso recuento de la enemistad/amistad de dos Manuelas, una orgullosa de su tradición y educación burguesas y otra humilde, integrada a la revolución y presidenta del Comité de Defensa del edificio de lujo –donde vive su tocaya– en el que le han dado un apartamento. Son dos mujeres que tienen el mismo nombre pero orígenes y criterios diferentes. Es una fábula para reflexionar sobre las relaciones humanas y la amistad, más allá de las ideologías, y con un toque de humor.

 

La historia toca brevemente casi todos los aspectos de lo que se vivió en Cuba en los primeros años de la revolución: la despedida de amigos y familiares muy queridos que se iban de la isla y dejaban guardados sus recuerdos con alguna amiga “porque no creo que esto dure mucho tiempo”; las denuncias por sospechas infundadas de contrarrevolución; el miedo creciente a que “nos vean” o “nos oigan”; el deterioro de la vida material con su secuela de carencias; la visita de familiares con la apertura de los viajes a Cuba; un viaje amargo de ida y vuelta al extranjero y, finalmente, la resignación.

 

Las dos Manuelas empiezan la amistad con el intercambio de cigarros por latas de leche condensada, pero su afecto llega a ser profundo y sincero. El cariño es verdadero y así lo afirma la burguesa Manuela cuando muere su tocaya y ella se hace cargo de sus dos hijos: “Me vas a hacer falta Tocaya. Mira que peleamos y nos odiamos al principio, pero ahora que habíamos logrado tener una amistad saludable, después de tantas cosas, te vas así y sin despedirte… Te habría contado tantas cosas. Pienso que tú me habrías entendido porque pasaste por situaciones similares a las mías, aunque nunca lo supiste”.

 

Las situaciones “similares” fueron los engaños de parte de los hombres que ambas quisieron y que nunca les fueron sinceros. Ambos casados, ambos prometiendo siempre “poner sus cosas en orden”, para dedicarse a ellas por entero. A los 82 años, sola, lejos de los pocos amigos y familiares que le quedan vivos, la burguesa Manuela maldice y quema la fotografía de Esteban, quien fue siempre el gran amor de su vida.

 


 

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