MARICEL MAYOR MARSÁN: TRILOGÍA DE TEATRO BREVE

 

por

 

Waldo González López

(www.teatroenmiami.com)

      

Nacida en la Santiago de Cuba de 1952, Maricel Mayor Marsán es autora de los volúmenes Gravitaciones teatrales (2002), The plan of the waters / El plan de las aguas (2008), Trilogía de teatro breve (2012) y Las tocayas (2013), como asimismo poeta, crítica literaria, editora, traductora y profesora.

   A solicitud mía, ella gentilmente, me envió no hace mucho el tercero de los títulos mencionados que ahora comento.

   Ante todo, creo oportuno y necesario transcribir la nota que la autora antepone en el frontispicio de su volumen, donde escribe:

Esta trilogía de teatro breve solamente pretende ofrecer una muestra, a grandes rasgos, de la vida de algunos hispanos y otras personas en los Estados Unidos. Las situaciones aquí reflejadas son producto de la imaginación de la autora y no corresponden a ninguna persona, viva o muerta, en particular.

   Tras leer su aclaración, inicio el abordaje o, mejor: “entro en situación”, para decirlo con un término común entre los actores antes de salir a escena.

    La selección de sus obras: AbstinenciasFalso positivo y La marcha, ya en una primera lectura revelan determinadas peculiaridades estilísticas en la autora, entre las que sobresalen varios rasgos que definen su expresión y que iré subrayando en cada una de las piezas. 

Abstinencias

De entrada, la primera pieza constata los retos autoimpuestos por la dramaturga, en tanto se atreve con cuatro personajes difíciles de ser incorporados en la escena: almas en pena que solo un director con suficiente imaginación y talento, puede asumir con acierto. Ello, prima facie, ya impone el inicial desafío de escritura asumida por la creadora.

   Otro mérito es la apropiación del humor en las tipificaciones de sus criaturas, lo que propone diversión, chanza y amenidad, toda vez que sus cuatro y muy definidas Almas en Pena deben narrar al resto de las amigas, halladas en “la otra vida”, sus ambiciones y deseos frustrados durante sus existencias en la Tierra —¿acaso un revival de los cuentos boccaccianos?, como lo que evocan: mujeres contemporáneas ya fallecidas.

   Tal característica resalta, desde sus inicios, domo una hábil síntesis o muestreo de algunas tipologías caracterológicas de los nacidos en Cuba y Andalucía, provincia hispana que dotara, desde la Colonización de la antillana isla, algunos rasgos que internacionalmente identifican a los nativos en La Perla de las Antillas. Y del ya mencionado humor, da fe, justamente, uno de los cuatro personajes, no en vano el que mejor ostenta el mencionado atributo: la trapecista andaluza.     

   Para ello, la autora provee a esta divertida criatura de no pocos instantes de humor, teñidos de zalamería y sabiduría andaluzas, tal las conociera el crítico desde la infancia a través de sus abuelos andaluces y su madre, receptora de tales cultura y gracejo. Veamos o, mejor, leamos:

   A la propuesta del Alma en pena 1 (la enfermera colombiana), de iniciar el juego etéreo que las entretendrá y el apoyo del Alma en pena 2 (diletante cubana que vivió en Coral Gables muchos años), responde el Alma en pena 3 (la trapecista andaluza): “Por supuesto, hay que entretenerse, aunque sea discutiendo. ¡Joder!, que la vida es corta, pero el purgatorio es más largo que todo lo que conocí.” 

Dos páginas adelante, la simpática artista circense, recalca sus orígenes, cuando reafirma: “Yo era andaluza y, a mucha honra, porque los andaluces son muy simpáticos.”

   La enfermera colombiana, insiste en el juego que:

consiste en hablar de nuestras abstinencias en vida. No queremos saber la historia de cada una en particular. Lo que hay que contar es algo que no hicimos y que nos habría gustado hacer en la vida anterior.   

   La norteamericana (Alma en pena 4), reflexiva, aduce: “La felicidad es un peligro. Cuando la sientes muy de cerca es porque algo malo te acecha… Nada es perfecto ni completo.” Esto lo reitera más adelante, cuando afirma, sentenciosa: “Cada vez que la gente  está muy feliz, algo malo se avecina.” Y corrobora su carácter, cuando tres páginas después, revela su “teoría de la felicidad. En cuanto te acercas un poco a la misma, algo pasa para que la infelicidad se aproxime a la par.”

   La andaluza constata su condición promiscua con la sencillez característica de las nacidas en su natal provincia (“Al pan, pan, y al vino, vino”, solía decir mi abuelo):

Lo mío es sencillo, transparencias, amigas, almas en pena y martirios compartidos… ¿Para qué les voy a mentir? Mis abstinencias estriban en no haberme acostado con todos los hombres guapos que pasaron por mi lado… Así de fuerte… 

   A lo que le responde el Alma en pena 2, la diletante cubana: “Oye, tú eras peor en tu vida mortal que la jinetera de mi ‘prima’.”      

   Y la andaluza, le espeta con su abierto confesionalismo:

No, nada de eso… Distancia y categoría… Para todo en la vida hace falta un poco de glamour y esa ‘prima’ tuya no sabe lo que es eso… En primer lugar nunca fui una asesina en vida, puta sí, pero asesina no… Todo tiene sus límites… Jamás le habría hecho eso a una prima mía ni a una amiga… Lo que no puedo negar es mi afición a los hombres, sobre todo a los guapos… Así como hablan de los marineros, que en cada puerto un amor, pues yo trabajaba en un circo y en cada pueblo un amor o dos, dependiendo del tiempo que me pasaba en el pueblo… En España tuve tantos amantes que ya estaba aburrida.

   Me he detenido más en el delicioso personaje de la andaluza porque, además de ofrecer más gracia a la pieza, posee, además, una verosimilitud más comprobable, en tanto es provisto por la dramaturga de una plenitud de las características tipológicas, que, en consecuencia, resultan harto convincentes, si bien, en conjunto, los cuatro personajes logran captar los respectivos caracteres/cánones con que suelen representarse las respectivas nacionalidades.   

   En suma, Abstinencias por su agradable y original tema, resulta un eficaz divertimento que, con un talentoso montaje, será sin duda una atendible puesta, particularmente en Miami, donde —crisol de nacionalidades— tienen tanta convocatoria las comedias.

Falso positivo

Esta segunda pieza (representada en el Centro Cultural Español, entre el 7 de junio y el 8 de julio de 2012, con dirección y puesta en escena de Luis Celeiro e interpretada por Myriam Amanda, Jesika Marcano y Hansel) adopta y adapta un género y un tema comunes en la dramaturgia cubana: se trata de un drama realista y familiar (recordar La casa vieja, de Abelardo Estorino, solo que los personajes estorinianos viven en Cárdenas y no en los Estados Unidos, como en la pieza de Maricel).

   Las criaturas de la obra (ubicadas en un área newyorkina, al norte de Manhattan, tras el ataque a las Torres Gemelas) son: la Madre (hispana de 40 años, obrera de una fábrica); la Hija (20, labora en una cafetería de comida rápida y quiere enrolarse al Ejército para colaborar con la magra economía familiar) y el Hijo (18, estudiante destacado de High Scholl) están diseñados con auténtico verismo y, en consecuencia, resultan creíbles y convincentes.

   La familia latina vino, como tantas, a los EUA tras el Sueño Americano; pero un día la Madre (abandonada por el esposo desde años atrás) descubre que tiene un tumor cancerígeno en un seno, pero carece de seguro médico.

   Con tan grave asunto, da inicio la obra. Llega la Hija, quien, a pesar de los fallidos intentos de la mamá por ocultar los papeles del examen médico, descubre la pésima nueva.

   Justo entonces se desencadenarán los hechos que darán certera continuidad y desarrollo a la muy bien construida pieza, otras de cuyas virtudes constituyen la eficacia dramatúrgica de la autora quien —con economía de medios en apoyo del superobjetivo, que prefigura la catarsis— aborda y da paso al conflicto, aún más complicado cuando llega el Hijo de la escuela y se entera de la desgracia.

   Comienza entonces la lógica reunión familiar para decidir la inmediatez y posible solución de la grave situación. La Hija —quien ha postergado sus estudios para el ingreso del hermano en la Universidad— plantea con razón que también él puede esperar, pues el dinero ahorrado durante mucho tiempo debe ser utilizado en la costosa operación a que debe someterse la mamá.     

   La madre no quiere emplear el dinero ahorrado en su intervención, pero como el hijo apoya la lógica idea de la hermana, la mamá les miente y aduce: “me acaban de llamar de la clínica porque al parecer hubo un problema en el departamento de patología y se equivocaron con mis resultados. Dicen que lo mío es un falso positivo.”   

   Los hijos se alegran con la supuesta buena nueva y marchan a preparar el almuerzo en familia. La madre aprovecha entonces su temporal ausencia para llamar a una de sus compañeras de trabajo y le narra lo acontecido, añadiéndole:

[…] tú sabes que yo no quiero que ellos se me descarrilen… Lo primero en mi vida son ellos… Por eso tuve que inventar lo que te dije hace un rato, eso que nos dijo la enfermera de la clínica sobre la posibilidad en algunos casos de un falso positivo, que no es mi caso, para que se tranquilizaran… Lo mío puede esperar… Ya te dije que no tengo dinero para eso ahora […]  

   La autora finaliza su lograda pieza con la siguiente acotación: (La madre cuelga el teléfono y continúa arreglando la mesa. Las luces languidecen en el escenario).

   Con este final, la autora confirma los méritos antes apuntados en torno a sus virtudes dramatúrgicas, pues la brevedad del conflicto corrobora la eficacia: la obra ha terminado y no requiere otros diálogos.

La marcha

La tercera y última obra de la selección,incursiona en un tema de plena actualidad que tanto afecta la cotidiana vida de miles de personas en los Estados Unidos: la inmigración.

   Con un más amplio diapasón, la pieza incluye siete dramatis personae de variadas nacionalidades, cuya incidencia en el fenómeno abordado dota a la pieza de convincente realismo, pues la mayoría de ellos vive ilegalmente en el ansiado país, donde han venido en busca del anhelado Sueño Americano.

En consecuencia, seis son latinos y uno norteamericano. Veamos: Mario (salvadoreño, 35 años), Marlon (nicaragüense, 35), María Isabel (colombiana, 48), Vicente (mexicano, 32), Guadalupe (mexicamericana, 40), Yamilet (cubana, 28) y Larry (norteamericano, cercano a los 50) integran el micromundo de La marcha.

   Ejemplificados por sus respectivos status en la comunidad que viven (un área al este de la californiana ciudad de Los Ángeles), su devenir en la sencilla pero eficiente acción transcurre en un almacén de distribución de productos alimenticios, centro de la trama, cuyo centro conflictual será el ambicioso y cruel Larry, de quien al final se sabrá su verdadera naturaleza canallesca.

   De tal suerte, la pieza se inicia con la expresión del malestar de varios trabajadores (Guadalupe, María Isabel, Vicente y Yamilet), quienes evidencian su indignación por la pésima situación a que son sometidos por Larry, quien les niega sus más elementales derechos; solo es defendido por la cubana (Yamilet): “Bueno, la verdad es que él nos contrata para trabajar, no para tomarnos el tiempo libre”, a la que refuta la colombiana (María Isabel), quien asevera: “Por favor, Yamilet, ¿cómo se te ocurre decir algo así? En todas partes del mundo existen leyes que amparan a los empleados de una empresa. Y estamos en los Estados Unidos de Norteamérica, recuerda eso…”

   Como conocen del peculiar trato recibido por los cubanos, le dice el mexicano (Vicente) “[…] se nota también que tienes familia donde vivir y que no necesitas el dinero como como nosotros”. Ella se defiende, pero arremete de nuevo Vicente, cuando le responde: “Pero por lo menos tienes un techo seguro. Tú no sabes lo que es tener que dormir en la estación de buses o en medio de un matorral en un parque para que la policía no te vea”.

   Continúa incrementándose el malestar general, y la mexico-americana (Guadalupe) vuelve a acusar al dueño: “[…] Larry no le paga a nadie por la derecha. Ese fue el trato. En este almacén no se le paga a nadie por la derecha. Nada de papeles.” Algo más adelante, reitera sus lógicas acusaciones María Isabel:

A este americano no le interesa pagarle a nadie por la derecha. Una vez le dije que yo había estudiado leyes en Colombia y me dijo que eso no servía para nada aquí y que si me daban el asilo político, que me buscara otro trabajo, porque a él no le gustaban las personas que hablaran de leyes o cosas así. Larry es un tremendo abusador.     

   Mas, el abusivo Larry ha escuchado la conversación e, inesperadamente, entra en escena, exigiendo, como siempre que se apuren en sus labores, porque “aquí se viene a trabajar y no a perder el tiempo”. Entra entonces en escena el salvadoreño (Román), disculpándose por su llegada tarde. Larry acusa al joven ante el resto de los trabajadores, que atienden en silencio las mentiras acusatorias del dueño.

   Este, abusivo,  los amenaza:

A mí no me importa si ustedes tienen papeles o no porque yo les advertí cuando empezaron a trabajar aquí cómo eran las cosas. Ahora no se hagan los inocentes  (Con bastante enojo en la voz.) Es más, si no les gustan las condiciones de trabajo en este empresa, se pueden marchar ahora mismo. No las necesito. Hay muchas personas buscando trabajo allá afuera.

   Como una fértil narración, se va desarrollando el ya anunciado intríngulis de la trama, reveladora de la cobarde actitud de Larry, del que Román cuenta que él y Marlon lo vieron la víspera hablando con “la migra” y denunciando al indocumentado Marlon, quien está escondido para que no lo devuelvan a su país. 

   Guadalupe exclama con lógica ira: “Pero este Larry es increíble. Primero contrata a la gente ilegal y después los denuncia. ¡Vaya delincuente!” Y, lapidatoria, añade Yamilet: “Lo que me queda claro es que este tipo es un tremendo hijo de puta.

   En medio del improvisado meeting, entra en escena Marlon para invitarlos a participar en “la marcha a favor de la reforma de inmigración”, y añade, exhortándolos:

Larry no quiere saber nada de reformas porque eso significaría una gran pérdida económica para su negocio”. A tipos como Larry no les conviene que exista una reforma de inmigración porque así puede lucrar con nuestras desdichas. No nos paga beneficios, ni seguro médico, ni seguro dental, ni vacaciones, ni tiempo extra y ni siquiera un salario mínimo. Tampoco le paga al gobierno nuestros impuestos laborales. Es un negocio redondo.

   Guadalupe, como todos, entusiasmada por la unión y el afán de lucha de sus compañeros trabajadores, sentencia: “En tiempos difíciles se comparte lo que se tiene.”

   Y, decididos, responden a su arenga, enardecidos: “¡Bravo! y salen precipitados a unirse al resto de los trabajadores latinos que van al meeting

   Por su claridad y definida vocación, la pieza evoca al crítico las cuatro que reuniera el gran poeta oriolano Miguel Hernández en Teatro en la guerra (1937), breves obras de agitación política: “La cola”, “El hombrecito”, “El refugiado” y “Los sentados”, concebidas en apoyo a la lucha a favor de la República Española.

   Asimismo, le recuerda el teatro épico de Bertolt Brecht, quien, acorde con el maestro ruso Konstantin Stanislavsky, rehuía el «espectáculo vacío», los argumentos manipulativos y la elevada emoción del melodrama.

   Por fin, La marcha resulta una dramática sencilla, directa y de decidida vocación de crítica social que funciona, tal demostraran las obras de los grandes autores mencionados,  

   En suma, como habrá advertido el ciberlector, cada una de las obras incluidas por Maricel Mayor Marsán en suTrilogía de teatro breve, posee amplia diversidad temática y genérica, pues —tal he señalado en cada uno de los análisis— difieren en sus respectivas características, lo que le otorga a la autora voluntad y riqueza estilística, virtudes de la incansable escritora que no se detiene en su prolífica creación.  

   Con fortuna, se aúna esta Trilogía de teatro breve a sus anteriores publicaciones escénicas: Gravitaciones teatrales (2002), The plan of the waters / El plan de las aguas (2008), como a la más reciente  Las tocayas (2013), conjunto que ubica a la autora entre nuestras más prolíficas dramaturgas, por lo que fuera invitada y participara en dos sesiones de lecturas y mesas del Congreso  Internacional de Dramaturgia y Artes Escénicas. Teoría y Práctica del Teatro Cubano del Exilio «Celebrando a Virgilio»: «Dramaturgas cubanas en la diáspora» y «Presencia de la mujer en la dramaturgia cubana», junto a Dolores Prida, Julie de Grandy, Yvonne López Arenal y Cristina Rebull.

   Esperemos, pues, las próximas piezas de Maricel Mayor Marsán, con las que, sin duda, continuará engrosando el valioso quehacer dramático de las autoras cubanas en el exilio.

 

MÁS DE LA AUTORA:

Poemarios: Lágrimas de papel (1975), 17 poemas y un saludo (1978), Rostro cercano (1986), Un corazón dividido / A Split Heart (1998), Errores y horrores. Sinopsis histórica poética del siglo XX (1ra. Ed. 2000, 2da. Ed. 2001), En el tiempo de los adioses (2003), Poemas desde Church Street / Poems from Church Street (2006), Desde una plataforma en Manhattan. Antología poética (1986-2006), Universidad Autónoma Metropolitana de la Ciudad de México (2008) y Rumores de suburbios (2009).

Ensayos, notas y reseñas literarias: Crónicas hispanounidenses (2014).

Ha coeditado con otros autores: el volumen de testimonios y coincidencias artísticas Haz de incitaciones: poetas y artistas cubanos hablan (2003) y el de análisis literarios Perfiles y sombras. Una introducción a la poesía de José María Álvarez / Profiles and Shadows. An introduction to the poetry of José María Álvarez (2005).

Es miembro de la Asociación Prometeo de Poesía de Madrid (APP); del Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York / Iberoamerican Writers and Poets Guild of New York (CEPI); del Círculo de Cultura Panamericano (CCP) de Nueva Jersey y de La Academia de Poetas Americanos (Ciudad de Nueva York) / The Academy of American Poets (New York City).

En 2008 fue nombrada Miembro Honoraria de la Asociación de Escritores de Mérida en Venezuela.

En 2011 fue electa Miembro Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).

Integró el Consejo Editorial de Monografías de la Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en Estados Unidos entre 2010 y 2012.

Fue miembro y presidenta del jurado del concurso “Nuevos Valores de la Poesía Hispana” en el Estado de la Florida, auspiciado por la Agencia Española de Cooperación Iberoamericana para el Desarrollo (AECID), entre 2008 y 2014.

Es directora de redacción de la Revista Literaria Baquiana y de Ediciones Baquiana desde 2008. (www.baquiana.com)


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