LOS TEMAS DEL CÍCLICO ADIÓS

por

Myra M. Medina

(Miami Dade College - Recinto Norte)

    

    

     Con un audaz manejo del idioma, Maricel Mayor Marsán compone su poemario, En el Tiempo de los Adioses, en el cual desarrolla una variedad de situaciones donde decir “adiós” es parte inherente de su ensamblaje.  En algunos poemas, analiza el adiós desde perspectivas que tal vez no nos percatamos de que existan, así como en el poema El Nacimiento al cual me referiré más adelante.  En este poemario, cuyo diáfano y lapidario léxico invita al lector a reflexionar sobre las posibilidades en que este tema puede abundar, vale mencionar que Maricel Mayor amplía el análisis del sentido del adiós de manera prolífica, atenuando una de las evidentes disyuntivas del morfema adiós que es la multiplicidad de su  articulación frente a su limitado estudio.

 

     Así que se podría uno preguntar, ¿Qué es el adiós? ¿Qué simboliza el adiós? El adiós simboliza una ruptura en un momento dado o en una relación.  No es en sí un final definitivo sino que con el adiós llegamos al final de una etapa para dar inicio a otra que se nos presenta.  Los adioses representan un enlace con algo cíclico y continuo, si se supone que cuando un eslabón se rompe, inmediatamente surge otro que lo enlaza con uno nuevo.  El adiós es el precursor  de una fase transitoria porque hasta en la muerte, con la cual nos despedimos del mundo terrenal, encontramos el inicio de otro espacio a seguir. 

 

     Los adioses se podrían clasificar en tres categorías: los felices, los tristes y los agri-dulces. Se podría uno imaginar que un adiós feliz puede ser el de un presidiario que se despide, dejando atrás sus años de cautiverio, o el de una persona que sale de una situación deprimente, angustiosa o difícil; con ese adiós, la persona retoma su autonomía y se siente exenta de esa carga, proporcionándole un sentimiento embargador de liviandad y un renacer que evoca el júbilo. Los adioses tristes son aquellos que nos hacen sufrir y que nos dejan sin ninguna esperanza. Los adioses de un gran amor, un ser querido que se nos va como podemos ver en El peor adiós, el de un ser amado que se nos muere, o posiblemente un soldado que se va a la guerra sin saber si volverá son otros ejemplos de los adioses tristes.  En fin, este adiós triste conlleva una separación no deseada o programada, sino más bien forzada. Los agri-dulces son aquellos en los que alguien se aleja de algo añorado o amado ya que por alguna razón es imposible permanecer.  Como ejemplo, en El hombre que tuvo que decir adiós, está  aquel que con la frente en alto y la esperanza de encontrar algo mejor, deja su tierra amada en busca de alguna mejoría. En este poema, entre líneas se visualizan imágenes de este hombre derramando lágrimas sin cesar por la separación que este adiós conlleva, dejándose envolver en la lluvia del adiós y, al ritmo de los sollozos, tratando de aliviar el intenso dolor emocional por el que atraviesa.

 

     En el poema titulado En el Tiempo de los Adioses, en la sexta estrofa Maricel Mayor nos dice “ En el tiempo de los adioses un hombre se escapa de su destino al más allá desconocido.”  De esta manera, la autora alude a una realidad repetitiva de nuestro diario vivir. Al partir y tomar esa senda conocida o desconocida, el hombre redirige su destino, trazando uno nuevo, sin saber qué le puede esperar a la vuelta de la esquina. 

 

     De acuerdo a Maricel Mayor, el adiós no discrimina. No mira clase social ni tampoco profesión.  El mismo se puede realizar de forma planificada o simplemente improvisada.  En el poema Triste amor adiós, evidenciamos el cuadro clásico de cuando decimos adiós a alguien cuya separación de nuestro lado crea llagas en el corazón; el proceso de este desenlace es  pasar por un período de duelo en compañía de un vacío, haciéndonos creer en ocasiones, ya sea por artificios mentales, que la presencia física de ese ser querido aún existe a nuestro lado. Cuando tomamos la decisión de despedir ese espacio inerte junto a los recuerdos mustios que nos han acompañado, entonces retomamos nuestra vida y damos la bienvenida a una nueva experiencia como En un adiós a la soledad.

 

     Para finalizar, pondría en ambos extremos las poesías El Nacimiento y El adiós a las facultades…En El nacimiento vemos al hijo que se prepara para enfrentar el mundo y sale del interior materno ayudado por el torrencial que se descarga. Para la madre sólo significa una ruptura carnal ya que siempre existe el enlace mental y espiritual que hace que la madre siga toda su vida pendiente de su vástago.  No obstante, ya desde ese primer día, el recién nacido da inicio a su nueva etapa con el primero de sus adioses. 

 

     Con El adiós de las facultades se llega al ocaso de la existencia.  El vástago que se despidió de su madre y emprendió su camino al nacer, ha experimentado en su trayecto una extensa variedad de adioses y ahora está empezando su adiós a la vida en la que le comienzan a fallar los sentidos.  La memoria, parte esencial que disfruta de sus frívolas escapadas, abandona al que va por el sendero de la tercera edad. En esos momentos de vacíos mentales, el individuo divaga en la niebla de la claridad, señal que indica el inicio del  final de una etapa. 

 

     Al llegar a la última página de En el tiempo de los adioses es preciso recordar que este no es el final, si no un adiós que da inicio a otra etapa.  De esta forma, unos terminan su tarea y abren paso para que surjan otros protagonistas en este nuevo ciclo del adiós.

 


Volver