MARICEL MAYOR MARSÁN, ROSTRO CERCANO

 (ANTOLOGÍA POÉTICA)

 

por

 

Stacey Schlau, Ph.D.

(Universidad de West Chester en Pennsylvania)

 

   

    

     En este pequeño libro de poemas breves, se notan la magistral técnica y la fuerza del verso concentrado de Maricel Mayor Marsán. La autora pule cada poema hasta lo más mínimo, creando así un universo poético sumamente asequible a pesar de las metáforas enigmáticas de la primera de las cuatro partes en que se divide la antología. Cada parte está encabezada por un dibujo y un subtítulo, y así ofrece un aspecto distinto del mundo poético de Rostro cercano.

      “Perfiles”, la primera parte, contiene los poemas más abstractos del libro. En algunos poemas, la precisión aparente de los paralelismos de versos y de la repetición de frases (“Indecisión”, “Circunstancias”), además del uso de números (“Séxtuple juego de los sueños”), forja un ambiente paradójico que despista al lector que busca repuestas sencillas. En esta parte también se nota el uso reiterado de los colores, que expresan frecuentemente la preocupación de la poeta con el tiempo (sobre todo con el pasado). En “tricolor", los colores son  la memoria de distintas facetas de un pasado personal con la persona a quien se dirige el poema, y que al final se convierten en “los que rasgan de mi conciencia / el arcoiris poblado.”

      “El color cósmico”está en tercera persona, pero a pesar de un tono más impersonal y de una acumulación de imágenes, otra vez elige una visión retrospectiva: “Entonces, se reanudaron colores / de pasados y nostalgias, /allá, en la hora cósmica...” Sin embargo, en el poema titulado “Arcoiris”, de solamente seis versos, la sucesión de colores implicada en el arcoiris se convierte en una crítica socio-política: “Quieren convertir el arcoiris / en la imagen protectora / del ritmo y tono de todos.”

     Otro tema sobresaliente de “Perfiles” es el hablar que lleva a escribir poesía. En “Contingencia”dice: “Se hizo pecado el silencio / y no tuve más remedio que hablar.” El poema “Circunstancias” nos da un bosquejo de las dificultades de escribir en un medio ambiente que enajena, pero concluye reiterando que seguirá haciendo poesía, “en las horas del recuerdo y la lucha.” La primera parte termina con “Globonauta” que afirma el valor y la universalidad de la palabra escrita. 

     En la segunda parte, “Rostro cercano”, vemos un énfasis en la brutalidad y en la falta de individualidad del mundo urbano contemporáneo. Esto lleva a un examen crítico de las relaciones humanas y a un cuestionamiento de los valores que rigen en nuestra sociedad. En “Requiem por el Bronx”,  se personifican las ventanas de los edificios decaídos que lloran su tragedia con “lágrimas de vidrio roto.” El Bronx representa el mundo selvático de la ciudad; allí se miente (“Periodicamentiricamente”) y se deja de ser humano: “Olvidaste que eras humano / y te sentenció la jungla” (“Inseguridad”). El futuro de este mundo se parece a una pesadilla de ciencia-ficción, o de cierta poesía vanguardista; se puebla “de hombres que no tenían nombres, / de números que tenían señales de hombres” (“Sucesión malograda”). La palabra que se habla en este mundo,  cuando no es una mentira, reemplaza la verdadera conexión humana con un vacío cínico (“El tanto del todo”; “Victoria pírrica”).

     En la tercera parte, “Entre saludos y versos”, la palabra moderna se mantiene en una tensión dialéctica entre la violencia y la creatividad. Esta sección abre y cierra con una nota optimista, pero los poemas en el medio recalcan la fuerza brutal que puede tener la palabra. En “Golpe”, ”convertiste la palabra en violencia;  / también te la monopolizaste”. Esta es la palabra que da título a “Ideología”: “Palabra usada, mito empleado, / seducción de pueblos, / humillación de otros, / justificación total.” También es la palabra vendida, en que "El verbo se omite, / las pausas se pierden / y los adjetivos dominan la situación.”En contraste, los primeros tres poemas retratan a Miguel Hernández como héroe de la poesía y del patriotismo; él es un “Conjugador de verdades”. El sufrimiento hizo de Hernández “... gigante del verbo / por tu cariño, tu devoción a la vida / en medio del arrullo de la muerte.” Y se complementa esta visión con “Verdad”, el poema que cierra esta parte. Aquí, la poeta se dirige a la verdad, “la realidad que lucha contra sí misma”, ofreciéndonos la oportunidad de rebelarnos contra la palabra muerta o violenta que, según ella, domina hoy en día.

     “El ristre de la melancolía,” la cuarta y última parte, en general demuestra más tranquilidad que la parte anterior, si bien también incluye poemas que expresan dolor. En su mayoría son poemas de amor (“Alma enrejada”, “Entre dos”, “Llegada”, “Pasión”, “Compartamos”). Aquí es típica una voz más segura, un concepto más tranquilo de la individualidad. “Compartamos”, por ejemplo, está construido en torno a mandatos: “Pasea tu rústico vivir ante mis ojos / y con  irrompible monosílabo de fuerza / di que sí a mi sentir.” En el último poema del libro, “Venimecum”, la autora le extiende una invitación al amante, y al lector:

   

 

Ven conmigo, a donde el verso nos deje.

Suprime la impaciencia y deja la apariencia

a un lado, a solas.

Quizás vagando entre tragedia y llanto

podamos llegar a reír, allí

donde sólo se acaricia la vida.

Cuéntame todo,

que tu dolor sea mío, porque  

aquí te entrego mi mano de frente.  

 

 

Este es un poema de afirmación de la vida, de solidaridad con otros seres humanos. En otro poema de mandatos, “Canta”, el penúltimo del libro, anima a los poetas a escribir lo que deseen, a no traicionar su ser, a seguir “la melodía de tu tonada.” Estos dos últimos poemas, al igual que el resto de Rostro cercano, no dejan lugar a dudas de que Maricel Mayor Marsán ha encontrado su razón de ser en la poesía.

 


 

 

 

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