POEMAS DESDE CHURCH STREET

 

 por

 

Óscar Wong

 

     Textos testimoniales, escenas donde el dolor y el sufrimiento se vuelven uno solo, convergiendo en ese territorio donde el silencio se concilia con la acentuación silábica. Peatones y taxistas, inmigrantes y meseros se integran como voces multiplicadas de anónimos seres que pretenden rescatar la desnudez del día. La fecha que toca este volumen es inevitable: 11 de septiembre de 2001. Y la ciudad: Nueva York, el aluvión de la tragedia. Así, Poemas desde Church Street[1], de Maricel Mayor Marsán, se vuelve un documento lírico como registro de lo transcurrido. La voz colectivamente solitaria, solidaria, integra un expediente, donde el espacio existencial se agranda y se compacta. La vida como una flor que estalla con sangrante tonalidad. Ocres y sepias condensándose en múltiples emociones.

     Imposible trastocar la realidad, modificarla a través de una serie de observaciones sensibles. Aunque la palabra se rige y se funda para establecer nuevos códigos, otras relaciones significativas. Pero el entorno continúa ahí, perturbando como una llaga. La palabra nombra, re-presenta lo que se vive. Y la memoria resuena para establecer una nueva distancia tempo-espacial, pero íntimamente vinculada al discurso mismo. Sin embargo la existencia continúa presente, ordenándose, construyéndose. La ética conciliándose con la función estética del escritor. Maricel Mayor Marsán lo sabe y lo expresa desde su particular dimensión, desde su óptica sensible.

     En otras palabras: la realidad cotidiana golpea a cada instante para revelar que aquella visión que se tenía sobre algún aspecto determinado, y que además se consideraba exclusiva, única, desde la perspectiva sensible, no era más que una fijación entretejida tomada de varios entornos. Se construye, sí, a partir de múltiples interpretaciones fijas, asumidas en el paso del tiempo, de lo que se considerada realidad. Pero ¿qué es la realidad?, ¿el mundo llano, lo que existe?, ¿la esencia misma, lo que una cosa es, prescindiendo de la apariencia con que se presenta a los sentidos?

     En El hombre y lo divino María Zambrano[2] explica que ésta se establece entre dos vacíos: el primordial, no tan hueco, y que prefigura el ámbito sacro, observado por los presocráticos como el apeiron, lo indeterminado, el origen de todo, y el vacío final: la nada, la muerte. O, para decirlo en términos de Robert Graves: la existencia, que puede ser cantada en un año o en un día, y que míticamente se vincula al Espíritu del Año Creciente y al Espíritu del Año Menguante, disputándose los favores de la Diosa, de la Madre Naturaleza[3].

     La realidad, la existencia, comprendida por la voz lírica, que se mueve entre esos planos, donde el proceder y la dimensión discursiva, lingüística, constituyen una síntesis viviente, vitalmente estética. Así, un texto que consigue transmitir esa fugaz permanencia existencial, se vuelve testimonio, documento. La actividad humana, el discernimiento sensible, participan de este afán por preservar el significado del mundo.

     La descarga emotiva se consigue por el sentido estético del lenguaje, por esa tensión interna que mueve al autor a escoger al tema, cargándolo de conocimiento, de contenidos nuevos. Por ende, Poemas desde Church Street, más que una colección de textos, es el acto ineludible de un ser social que pugna por responder artísticamente hablando ante la desdicha:

 

                        “El sol se funde en las siluetas

                        y la tarde tiene una luz particular.

                        No atino a distinguir las diferencias

                        entre este hombre y aquél.

                        Tantos rostros son los rostros

                        de esta nación americana.

                        Tantas lenguas son las lenguas

                        que se hablan en sus calles”.

 

                                                                    (p.79)

 

     El libro, bilingüe, se desarrolla en cuatro instancias, con 24 textos y 10 apotegmas como principios prácticos, como normas de las acciones morales, para recoger la memoria. Líneas y sentencias, ordalías existenciales anidando en la densidad y la basura. La circunstancia social contada y cantada a través de la expresión lírica. El amor insomne que se vuelve esencia, huella que se perpetúa:

 

                        “Ahora aspiro el aire y te respiro,

                        eres el polvo consagrado en las siluetas

                        de esta ciudad que nos acoge a todos

 

                                                                    (p. 31)

 

     Bajo los escombros de la zona cero, el espacio enmudecido, el amante que pervive en el recuerdo, el destino como hoguera que trepida. “No es el miedo el que me acecha”, reconoce la autora (p. 77). A cada paso se advierte la ciudad empequeñecida ante la tragedia. La urbe consagrándose a la devastación, instantáneas emotivas; fotografías, daguerrotipos combinándose con el polvo y la ceniza. He aquí a esos “Habitantes anónimos de la ciudad de Nueva York”; la palabra que busca accionar en la reminiscencia, postular la condición humana, lo doloroso de la devastación.

 

Imposible permanecer indiferente. La historia habla por sí misma:

 

“La vida nos diezma por minutos

            y he aquí, el hombre que se empeña

            en arrebatar fracciones de segundos

            del cáliz aún húmedo de otros hombres”

 

(p. 23)

 

     Cierto: Poemas desde Church Street es la visión humana de una mujer sensible que recurre a develar la oscuridad salvaje del lacerante infierno. Caos y desasosiego. Silencio y miedo conciliándose en la complicidad del polvo. El mal y el bien en funciones trastocados. Premisas y reiteraciones para gestar una nueva postura religiosa, donde Dios es un simple recluso. Por otra parte, ciegos y mendigos, historias inconexas que, no obstante, se eternizan en las voces de una pérdida compartida. “Algunos poemas desde el asfalto”, por ejemplo, exterioriza líneas, expresiones que comparten viejos códigos: el dolor, la orfandad, la existencia como grieta. El clamor de la autora como demostración colectiva, particularizada en este volumen:

 

Persigo un olor a cuerpo que no existe”, revela Maricel Mayor (p. 33)

 

     El oficio de vivir es, muchas veces, devastador. Y más el de consignar los hechos, testimoniarlos. Y todo, hasta el dolor, se vuelve materia literaria. Y aquí habría que recordar las tesis marxistas de la literatura –Lukács, principalmente que la determinaba como refiguración de la realidad, siempre desde la perspectiva particular. La imagen parte de una sustancia capturada, aprehendida a través de la instauración de una nueva estructura en que el suceso se identifica con el tema –la existencia- y donde percepción y emoción se concilian en una entidad reciente. Y esto lo ha conseguido Maricel Mayor a plenitud.

 

 

Maricel Mayor Marsán, Ediciones Baquiana, Poemas desde Church Street, Colección Caminos de la poesía, Miami, Florida, USA, 2006, 90 pp.


 

[1] Ediciones Baquiana, Colección Caminos de la poesía, Miami, Florida, USA, 2006, 90 pp.

[2] FCE, Colección  Breviarios, No.103, México., 1973, 2ª. edición.

[3] Cfr. Robert Graves, La diosa blanca, Alianza Editoria., Madrid, 1986, 701 pp.

 

 

Esta reseña también fue publicada en:

 

LOS TUBOS

Publicación digital.

Sección de noticias literarias.

Monterrey, Nuevo León, México

(1ro de septiembre de 2007)

 

LETRAS EN REBELDÍA

Publicación digital.

Sección de Ensayo Literario.

Número 4, Año 2.

Mérida, Yucatán, México

(Mayo - Junio de 2007)

 

ANANKE

Suplemento Cultural del Diario Página24

Versión impresa.

Sección - Reseñas de Libros, Página 3.

Aguascalientes / Zacatecas, México

(Domingo, 6 de mayo de 2007)

 


 

 

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