POEMAS DESDE CHURCH STREET

 

por

 

Pascual García

 

 

     Desde esta calle de la ciudad emblemática de Nueva York, cercana a la Zona Cero, escribe la poeta de origen cubano y residente en los Estados Unidos, Maricel Mayor Marsán, una elegía emocionada, en ocasiones dramática, acerca de la ciudad que sufrió el terrible atentado del día 11 de septiembre del año 2001. Nada ha sido desde entonces igual, e incluso las cosas se han empeorado hasta tal extremo que tres años más tarde, el 11 de marzo del año 2004, era nuestro país la víctima de la barbarie y del extremismo. Maricel une en el último poema, “Once más once”, ambos altercados, como si una misma corriente de maldad exterior volviera a unir al viejo y al nuevo mundo, esta vez con los lazos del luto y de la tragedia: “Soldados de cenizas y huesos/ buscando la luz eterna/ en los recuerdos de otros”.

 

     Contiene la obra, además, una serie de fotos de la ciudad americana que van en el principio de cada capítulo, tomadas en blanco y negro, y que recogen la atmósfera de un tiempo desaparecido. Desde Church Street contempla la poeta cubana el dolor de la memoria con el gesto grave de quien contempla un campo de batalla: “Observo los residuos de un desastre,/ el memorial del desgarre de tantos”.

 

     Este libro tiene el carácter de un álbum triste de palabras y de imágenes que quedarán como un monumento a la nostalgia de una mujer desalentada. Camina Maricel sobre el paisaje en ruinas de otro tiempo y levanta su corazón a la esperanza, que es el único residuo de una grandeza antigua: “Sólo sé que soy parte de esta isla/ con el olor y el nombre de una Gran Manzana.”

 

     El mal acecha en cualquier parte, pero la visión de la escritora no es derrotista. Maricel Mayor Marsán no se deja vencer por el desaliento. Lamenta la muerte, el vacío, el hueco que dejaron las vidas, los escombros, pero abre sus brazos y acoge los restos del naufragio: “Tus veinte y siete años de gracia/ nos dejan un enorme y solemne vacío”.

 

     La aparente frialdad de una escritura eficaz, en edición bilingüe, como lo es la propia autora, no rehuye la parte desagradable de esa descripción interior y exterior de la tragedia, pero proclama, a la misma vez, la belleza de un espacio en el que podría resumirse el mundo, porque el mundo que habitamos hoy es pequeño, peligroso y posee ese carácter agrio de los viejos desguaces. La mirada de la poeta cubana se empapa con la emoción de unos años perdidos y de unas imágenes que no regresarán.

 

     El gran acierto de esta obra, entre otros muchos, es el de dejarnos en la boca un regusto amargo, una frialdad de cemento y de miedo con el poder de una palabra sabia, sugerente y valerosa.

 


 

 

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