"GRAVITACIONES TEATRALES"

 

por

 

Marga Varea

Miembro  ̶  Fundación Autor de España (SGAE)

Asociación Nacional de Periodistas Hispanos de los EE.UU.   

 

 

     Las “Gravitaciones Teatrales” de Maricel Mayor Marsán, están compuestas por seis piezas de teatro breves que se inspiran en las fuentes del teatro del absurdo, en su momento brillantemente representado por autores de la talla de Samuel Beckett, Jean Genet o Eugene Ionesco. A través de sus seis obras teatrales, la autora nos muestra algunas de las miserias de la sociedad en la que vivimos utilizando situaciones tragicómicas donde la condición humana se presenta desnuda, sin adornos.

 

     El estilo de “Gravitaciones Teatrales” es sobrio y eficaz. A lo largo de sus páginas vemos como a la autora no le interesa trabajar con personajes y escenarios elaborados sino crear estereotipos que sirven para denunciar injusticias y sin sentidos. Entre estas situaciones surgen temas clave que afectan a la sociedad moderna: la incomunicación, la desinformación, el destino, la ignorancia, el miedo, el pesimismo, la desesperanza o el egoísmo. Maricel Mayor Marsán abandona el teatro clásico y se inclina, en esta obra, por la metáfora poética ofreciéndonos a través de su elección la oportunidad de contemplar seis situaciones a veces cómicas, a veces dramáticas, pero tan incomprensibles como tristemente reales.

 

     “Gravitaciones teatrales” es una obra que no deja indiferente ya que apela a la inteligencia del lector / espectador a través de las acciones y reacciones de sus personajes; unos personajes que luchan por expresarse a sí mismos sin lograrlo  y que con su incomunicación construyen el hilo temático que une las seis piezas. La lectura de esta obra, en los tiempos que vivimos, resulta cuando menos refrescante y prometedora.

 

     “Análisis de madurez” es la primera pieza del libro y en ella Maricel Mayor Marsán se enfrenta al eterno tema de la burocracia con originalidad y contundencia. La autora nos sitúa en un edificio gubernamental (irónicamente denominado “Departamento de relaciones Inter-personales, Inter-departamentales e Inter-gubernamentales”) y nos presenta al personaje del “solicitante”: un hombre corriente que acude en busca de información sobre un puesto de trabajo. Sin embargo, desde el mismo comienzo el “solicitante” se convierte ante nuestros ojos, en un ser engañado, confundido y furioso con el que prácticamente cualquier lector / espectador puede identificarse. Un personaje enfrentado al vacío discurso de una serie de burócratas, vagando de despacho en despacho en busca de respuestas en un lugar donde nadie parece saber nada. 

 

     La temática de esta pieza teatral es tremendamente universal, a pesar de que se ubica en “cualquier ciudad de los Estados Unidos”, pues divaga sobre situaciones que se repiten en diversos lugares del mundo. A través de los ojos de la autora podemos comprender como ese “edificio gubernamental” frío, gris, sin reglas, en el que el “solicitante” pierde su individualidad y su dignidad manteniendo un constante estado de incomunicación con sus semejantes no se encuentra, por desgracia, delimitado geográficamente.

 

     En “El plan de las aguas. Circa 2152” la naturaleza cobra vida convirtiendo a los cuatro elementos: Sol, Tierra, Mar y Aire, en personajes humanizados que mantienen entre ellos una imaginativa y difícil relación. El conflicto parte de un diálogo entre la Tierra y el Mar del que surgen los principales conflictos ecológicos a los que se enfrenta el hombre moderno. La llegada del Aire y del Sol confiere un nuevo y dramático enfoque al conflicto. 

 

     La simplicidad de la puesta en escena de esta pieza le confiere un gran valor porque es a través de esta simplicidad, y de la abstracción de los cuatro personajes, que es posible expresar las preocupaciones ecológicas que conciernen a la autora de una manera humana, directa y efectiva. Es precisamente la humanidad de estos cuatro elementos la parte más conmovedora de la obra, ya que sus dolores, su miedo, sus amenazas y sus alianzas les hacen asemejarse intensamente al hombre al que tanto critican. Al final de la pieza, la autora adopta una conclusión muy original en el que deja al ser humano desamparado, sin control sobre los acontecimientos, a merced de las propias fuerzas que con arrogancia cree manejar a la perfección.

 

     La pieza titulada “La roca” es una de las metáforas poéticas con más fuerza del libro. La autora muestra una sociedad encerrada, en la que varios agentes sociales interactúan mostrando su egoísmo, incompetencia y dudosas intenciones. Basada en seis personajes, despojados de toda individualidad (el estudiante, el poeta, el pintor, el obrero, el político 1 y el político 2) la acción se desarrolla en una cueva (metáfora de la sociedad) en la que tiene lugar una situación hipotética (los personajes se encuentran encerrados por una roca que obstruye la única salida) pero que en el fondo resulta ser tremendamente real (la sociedad actual enfrentada a su propio egoísmo se encuentra en una situación sin salida.) Sumergidos en la crisis de su encierro, estos seis personajes interactúan poniendo de manifiesto sus verdaderas motivaciones; y a pesar de la urgencia de unirse en torno a un objetivo común, los personajes, anclados en sus propias necesidades y deseos son incapaces de comunicarse y por tanto incapaces de salir con éxito de la situación en la que se encuentran. La alegoría final de la toma del poder por parte de la clase política, con o sin el acuerdo del pueblo, conmueve y estremece.

 

     “Las muchachas decentes no viven solas”, “Lazos que atan y desatan” y “Testimonio de mis días” son las tres últimas piezas del libro. Todas ellas tocan temas tremendamente sensibles y contemporáneos relativos a la dificultad de las relaciones familiares. El egoísmo, la soledad, la enfermedad o el amor vistos desde el punto de vista de la mujer son algunos de ellos. En estas tres obras, Maricel Mayor Marsán sigue utilizando personajes abstractos que podrían identificarse con cualquier individuo real pero renuncia a presentar situaciones abiertamente metafóricas para dejar cabida a unos diálogos de corte más realista y a unos personajes emocionalmente más elaboras, requeridos sin duda por la temática de las piezas.

 

     “Las muchachas decentes no viven solas” parte de un título irónico para tocar con delicadeza y sarcasmo la pérdida de las propias raíces, la inmigración, la extrañeza de la familia y las diferencias de clase. La protagonista, una mujer procedente de Cuba que  trata de abrirse camino en sus estudios universitarios en Miami a través de becas y ayudas gubernamentales, lanza al lector / espectador su monólogo cargado de recuerdos entre los que destaca la amistad con una chica “de alta sociedad”. Desde un sencillo escritorio, la protagonista expone sentimientos, emociones y sucesos que para ella son inolvidables y que marcaron una época de su vida. Una inesperada llamada de atención en torno a las propias elecciones y sus consecuencias pone fin a una pieza inteligente y directa que sobre el escenario promete tener toda la fuerza que destila sobre el papel. 

 

     “En lazos que atan y desatan las almas” volvemos a contemplar un espectáculo de realismo basado en la sencillez de dos personajes anónimos “madre“ e “hija”. El rencor entre padres e hijos y la capacidad de perdón son temas recurrentes en esta breve pieza que rompe todos los esquemas. Un re-encuentro. Una situación que no es lo que parece y la evolución hacia un nuevo orden dan pie a un diálogo lleno de tópicos con los que el lector / espectador se puede sentir fuertemente identificado. Maricel Mayor Marsán trata con justicia a un personaje que, como muchas mujeres en la historia, ha sufrido por elegir tomar las riendas de su propia vida y dar prioridad a sus intereses intelectuales.

 

     La última pieza del libro “Testimonio de mis días” enlaza con el concepto de monólogo que ya habíamos visto en “Las muchachas decentes no viven solas” apelando muy directamente a la sensibilidad del lector / espectador. La acción se desarrolla en un dormitorio, donde una mujer de mediana edad habla consigo misma sobre el paso del tiempo y sobre el dolor de encontrarse injustamente sola. El grito de angustia de esta mujer, perfectamente reflejado por la autora, es el de miles de mujeres que a diario se encuentran vacías después de años de trabajo para sacar adelante a su familia. Atrapada entre varias generaciones (un padre anciano y enfermo al que cuidar y un hijo adulto al que mantener) esta mujer no ha encontrado comprensión ni apoyo después de los enormes sacrificios por los que ha pasado. Víctima del egoísmo y el abandono de su marido, la mujer sin nombre de esta pieza nos abre las puertas de los acontecimientos más difíciles de su vida para concluir con varias frases de desesperanza que dan, si cabe, aún otra vuelta de tuerca a la desesperanza que destila el monólogo.

 

     Las seis piezas de teatro del libro de Maricel Mayor Marsán ofrecen una lectura fascinante y diferente, una perspectiva refrescante sobre nuestro mundo, la incomunicación del ser humano, su egoísmo y también su capacidad para seguir adelante. Pero sobre todo, como género teatral, ofrecen un interesante repertorio para cualquier grupo de teatro; presentando una visión poética y tragicómica de la realidad y una puesta en escena que destaca por su enorme efectividad y  simplicidad. Estas seis piezas, magistralmente escritas por Maricel Mayor Marsán, están sin duda llamadas a ser representadas, a convertirse en la voz de la conciencia de una audiencia contemporánea cómplice del absurdo en el que actualmente nos encontramos.  

 

Esta reseña también fue publicada en:

 

ENTRELÍNEAS - REVISTA LITERARIA

Publicación patrocinada por AIELC

Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana

Elul - Kislev 5764 - Tel Aviv, Israel 

ISSN: 1565-4095 / Número 3, Páginas 56 y 57.

(Septiembre - Diciembre de 2003)

 


 

 

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